CONCIERTO DE LA ORQUESTA SINFÓNICA CIUDAD DE ELCHE

El próximo domingo 25 de septiembre a las 19:30 horas podremos disfrutar en la Casa de Cultura de un extraordinario concierto a cargo de la Orquesta Sinfónica Ciudad de Elche, bajo la dirección de Margherita Marseglia.

El concierto está subvencionado por la Excma. Diputación Provincial de Alicante en la campaña Música de Orquestas, Ensembles, Dolçaina i Tabal, Plectro y Púa y Corales 2022 y la entrada será gratuita.

Una de las sinfonías más famosas de Joseph Haydn es la Sinfonía n.º 45 en fa sostenido menor. Esta pieza, conocida como Sinfonía de los Adioses, fue compuesta como una ingeniosa protesta en 1772.

Tal y como ocurrió con las olvidadas mujeres trovadoras de la Edad Media, la música ocultaba una gran historia que el paso de los siglos se ha empeñado en diluir. Joseph Haydn era el músico de la corte del príncipe Esterházy. Cuando murió, su hermano, el príncipe Nikolaus, mantuvo a la orquesta a su servicio.

A este nuevo príncipe le gustaba residir largas temporadas en su palacete de Eszterháza, Hungría. Ni sus empleados ni los músicos podían desplazarse allí con sus familiares, y tenían que permanecer largas temporadas separados de sus seres queridos.

Cansados de esta situación, pidieron a Haydn que intercediera por ellos ante el príncipe. A Haydn se le ocurrió una ingeniosa manera de protesta, componer una sinfonía.

En las codas típicas del clasicismo, los músicos terminaban de tocar todos al unísono, es decir, todos a la misma vez, pero esta vez el maestro ideó una manera muy diferente de terminar la pieza musical.

En la nueva sinfonía terminarían poco a poco.

Las pautas a seguir fueron: una vez terminada su interpretación, el intérprete, en vez de quedarse en su lugar esperando a que terminaran sus compañeros, se levantaría silenciosamente y, con sumo respeto, recogería sus partituras y abandonaría la sala.

Así que, ya frente al príncipe, cada músico, tras finalizar su parte, recogió su partitura, apagó la vela de su atril, se levantó de su asiento y abandonó la sala.

La Sinfonía de los Adioses constaba de cuatro movimientos (Allegro assai, Adagio, Menuet: Allegretto y Finale: Presto), y al finalizar el último de ellos solo quedaron un par de violines, el del maestro de conciertos Luigi Tomasini y el del propio Haydn.

El príncipe y toda la audiencia quedaron impactados por este insólito final, y, entendiendo el mensaje, la corte volvió a Viena.

Según cuenta la anécdota, el príncipe se levantó y dijo: “Bien, ya que todos se marchan, nosotros nos iremos también”, y al día siguiente regresaron a la capital austriaca.

La Sinfonía nº 45 en fa sostenido menor es una curiosa reivindicación laboral realizada a través de la música, que tuvo un final feliz para los protagonistas, y que deja un legado de valor incalculable para la historia.

Desde 1904, B. Bartók –como Z. Kodály– estaba fascinado por la música tradicional húngara, aunque sus estudios etnomusicológicos terminaron por llevarlo a muchos otros lugares, como Eslovaquia, Rumanía o Marruecos. Bartók, a lo largo de años de trabajo de campo, recogió la música que escuchaba, la transcribió minuciosamente y la analizó con profundidad, para luego emplearla en sus composiciones.

En sus dos primeras suites orquestales, utiliza este material musical como un modo de dar un “color local” a una composición universal, o con intención de generar una identidad musical nacional. Sin embargo, tras los 20 años que separan sus dos primeras suites orquestales de la composición de esta tercera, Bartók ha destilado las características fundamentales de la música popular tradicional de diversos lugares, y las ha fusionado, desarrollando a partir de ellas un lenguaje armónico y un uso del ritmo claramente modernistas, como se aprecia en esta Suite de danzas (Táncszvit, en húngaro), escrita por encargo –era el primero que recibía– para conmemorar el 50 aniversario de la unificación de la ciudad de Budapest, celebrado en 1923, mismo año de composición de esta suite. El concierto incluyó estrenos de Kodály y Dohnányi, que junto con Bartók eran los tres principales compositores húngaros de la época. La Suite de danzas no fue muy bien recibida entonces –Bartók se lo achacó a una pésima interpretación– pero con el tiempo, esta obra se ha convertido en una de sus piezas sinfónicas más populares.

Escrita en seis movimientos que se suceden prácticamente sin pausa, la Suite de Danzas deja atrás la cita textual del material folclórico o la armonización de melodías originales, para imitar y evocar el carácter de la música tradicional de diferentes lugares desde la óptica contemporánea y única de Bartók.